Si eres de esas personas que piensan
que las redes sociales son la revolución del siglo XXI y que
conseguirán lo que no parecemos dispuestas a hacer mediante el apoyo
mutuo en el mundo real, César Rendueles te plantea, en
Sociofobia [Ed.
Capital Swing Libros S.L. Madrid (2013)], un dilema
que, ante todo, escapa de simplificaciones, con gran sentido crítico
y no menor dosis de conocimiento sobre los distintos temas que
aborda, que te resultará cuando menos polémico.
Sin ningún ánimo de resumir, ni
siquiera de señalar lo más interesante del libro, puesto que sería
un ejercicio inútil y hasta estúpido tratar de medirme en pocas
líneas con el conocimiento y la densidad de razonamiento de César
Rendueles, no me resisto a dejaros aquí algunos apuntes, advirtiendo
que no dan una idea de la riqueza y complejidad del texto, sino que
tienen sólo el objetivo de espolear vuestra curiosidad...
“El mercado libre ni ha existido
nunca ni puede llegar a existir... es un proyecto fracasado y
profundamente contradictorio. Por eso, en el capitalismo realmente
existente, el estado interviene constantemente para evitar que el
país del nunca jamás del libre mercado se desmorone... arrastrando
consigo a las élites que se aprovechan de sus falsas promesas.”
(pag. 22)
“Los anticapitalistas entendieron
que, en realidad, los grandes dramas de nuestra era -la desigualdad
material y social, la inestabilidad económica, el racismo o el
patriarcado- son cuestiones sencillas de resolver con unos pequeños
ajustes: apenas un cambio en la propiedad de los medios de producción
y algo de ilustración... Los revolucionarios apenas aspiraron a
alimentar, educar y llevar la democracia radical a la totalidad de la
población mundial. Algo aparentemente factible y deseable dado
nuestro nivel de desarrollo tecnológico y político. Justamente eso
el lo que hace que ese proyecto resulte tan estremecedor. Porque se
puede plantear al revés: alimentar a la población mundial nos
obliga a destruir el mundo tal y como lo conocemos.”
(pag. 31)
“Las propuestas políticas que
confían en la aparición de nuevas formas de sociabilidad despiertan
desasosiego incluso entre sus partidarios... No vemos claro por qué
demonios vamos a dejar de ser individualistas, egoístas,
desconfiados e insolidarios”
(pag. 33)
“El ciberutopismo actualiza una idea
muy presente en los movimientos revolucionarios modernos: la
superación de la tutela comunitaria tradicional y la aparición de
una forma de relación social al mismo tiempo solidaria y respetuosa
con el libre desarrollo individual... El milenarismo digital es una
mala respuesta a una buena pregunta... al igual que muchas
concepciones modernas de la sociedad postcapitalista.
El ciberfetichismo resulta tan
atractivo porque concibe nuestro tiempo como el resultado de una
ruptura incruenta y fructífera con el pasado. Desde esta
perspectiva, somos los afortunados herederos de algunos cambios
tecnológicos con importantes subproductos sociales y potencialmente
políticos... Internet y el tecnoutopismo, más que una cortina de
humo, son un bálsamo de irrealidad para una herencia histórica
insoportable, en la que la consistencia de la realidad parecía
violentamente excesiva... El mensaje que no queremos oír es que
nuestras esperanzas ciberutópicas han nacido muertas.”
(pag. 121)
“Creo que el ciberutopismo es, en
esencia, una forma de autoengaño. Nos impide entender que las
principales limitaciones a la solidaridad y la fraternidad son la
desigualdad y la mercantilización.”
(pag. 35)
“Toda esta efervescencia social
digital es, en el fondo, suntuaria, decorativa. Es inútil para lo
que debería servir la vida en común: cuidar los unos de los
otros... creo que las sociedades completas e ilustradas disponen de
las materias primas necesarias para afrontar la democratización, la
igualdad, la libertad y la solidaridad... pero la ideología de la
red es un obstáculo insalvable para ello.”
(pag. 36)
“En realidad, la idea de que la
tecnología puede contribuir a fortalecer y ampliar los vínculos
entre las personas es bastante exótica. La historia de los últimos
tres o cuatro siglos -que en parte es la historia de algunos cambios
tecnológicos de dimensiones sísmicas- está marcada por una
progresiva fragilización de las relaciones sociales...”
(pag. 87)
“La mayor parte de las cooperativas
laborales exitosas en el mundo analógico tiene un alto nivel de
arraigo comunitario... El coste a pagar por la combinación de
independencia y cooperación características de Internet es que no
puede ser un polo de autogobierno en sentido fuerte...”
(pag. 106)
“...somos codependientes y
cualquier concepción de la libertad personal como base de la ética
tiene que ser coherente con esa realidad antropológica...”
(pag. 143)
“...Hay una gran cantidad
de sociabilidad en internet, pero resulta inservible par los
cuidados.
...Si alguna lección
deberíamos haber aprendido del capitalismo es que la alienación y
la insolidaridad son perfectamente congruentes con estándares altos
de nivel de vida y de educación.”
(pag. 148)
“...Es como si la gente
hubiera aceptado rebajar su percepción de la realidad social a la
escala explicativa de los economistas, sociólogos y psicólogos. La
sociabilidad digital es tan expansiva porque es una pura relación
formal cuya corrección se establece antes de evaluar su contenido
material. El secreto es que apenas tiene contenido...”
(pag. 153)
“El ciberfetichismo y la sociofobia
son la fase final de aceptación de la heteronomía terminal moderna,
cuando ya sin ira ni negación nos sometemos al mercado y tratamos de
emular socialmente sus dispositivos básicos.
El mayor desafío al ciberfetichismo y
la sociofobia no es el ludismo o el comunitarismo sino la concreción
política... Los acuerdos colectivos dirigidos a incentivar el
cuidado mutuo, la igualdad y el desarrollo de las capacidades humanas
necesitan reivindicar la soberanía democrática sobre la heteronomía
mercantil. Tampoco basta con definirlos en términos abstractos y
ponerlos a funcionar... Exigen un compromiso pragmático constante
con su corrección y mejora, como... un recurso de uso común.”
(pag. 158)
“Un principio anticapitalista
irrenunciable es que ningún asunto público esté excluido en
principio de los procesos de deliberación democrática. Implica una
subversión del consenso dominante en las democracias liberales
acerca de la sustracción del debate político de los procesos de
acumulación capitalista, que se dan por garantizados...”
(pag. 169)
“Precisamente este libro se pregunta
cómo siguen vivos algunos problemas de la modernidad relacionados
con la emancipación y el vínculo social en nuestra época de
pantallas digitales y megaslums, de redes sociales y pisos
patera.”
(pag. 195)
Como ya habréis imaginado las
contribuciones más interesantes y más densas no figuran en este
esquema, precisamente porque son imposibles de resumir. De modo que
ahora sólo os queda hacer una cosa: leer el libro.